Sanfermines desde el YO (II)

Como ya hiciera el año pasado, me veo en la obligación de plasmar algunas de las vivencias ocurridas estos días en Sanfermines.

A pesar de que la parte más bonita de las fiestas se vive durante el día, una vez más, hemos acabado viviendo la franja nocturna. Para mi desgracia, me ha tocado trabajar estos días, así que he podido ver algo de ambiente diurno.

El comienzo. Como bien apunta mi camiseta, me gusta.

Si hay algo que se pierde durante las fiestas eso es la noción del tiempo. Hay quienes pierden la dignidad, pero ese es otro tema. Con una media de tres horas de sueño al día y un período de 31 horas seguidas sin pegar ojo, el ritmo ha sido intenso. Aun así, ha merecido la pena.

Por mis compromisos laborales, no pude disfrutar del txupinazo, pero no se puede tener todo… Las fiestas, claramente, han ido de menos a más. Y no se puede decir que no tuviéramos ganas de que empezaran. De hecho, comenzaron muy bien: con una cena en la huerta de Vergara, como el año pasado. Afortunadamente, esta vez no hubo sulfitos.

Los primeros días, coincidiendo con fin de semana, la ciudad estaba aborratada. Demasiada gente. Y, para colmo, nosotros empeñados en no perder nuestro lugar en la cuesta del Labrit. Gran error. Nota mental para otros años: no pisar el Kabiya más de 20 minutos seguidos. Los Sanfermines son unas fiestas para callejear, conocer gente, hacer el mongolo, no para estar apretujado en una masa. Ojo, que ahí también echamos risas. Conocimos al doble de Cañizares (justo cuando estaba en boca de todos por la foto de su mujer…), a unos belgas muy amigos de los tests de alcoholemia, vimos peleas, nos hicimos con unas gafas luminosas, regateamos precios por gorros y polos… Lo típico, vamos. Jugamos al Pro en casa de Larry y descubrimos que el licor de mora + Fanta naranja sabe a Fluimucil, pero está muy bueno. Y también comprobamos que Jaime tiene un estilo de baile particular, pero no sabe hacer la patada de Bisbal… ¡Menudo piñazo! La única espinita que se me queda clavada es no haber visto ninguna chapa de Batman. Al menos, y aunque fue fuera de tiempo porque lo hice después del Pobre de mí, compré una bota de vino, elemento indispensable para cualquier pamplonica.

Transmitiéndole a Sisi la filosofía de Osasuna.

No corrí el encierro este año, aunque la idea pasó por mi mente en algún momento. Esta vez, sí vimos algunos fuegos artificiales, pero de un nivel muy bajo. Nos hicimos una foto con Sisi, nuevo jugador de Osasuna, pequeño de estatura, pero grande como persona. Larry marcó un golazo al más puro estilo Roberto Carlos y la camiseta de SF2010 se la quedaron los de Danza Invisible. Hablando de los conciertos de la Plaza del Castillo, los grupos no eran muy allá, aunque supimos disfrutar de algunos de ellos. Vimos a El Pulpo y a Robert Ramírez desde el casino del Café Iruña, a Sueños Rotos en primera fila cual groupies adolescentes y vibramos (al menos, yo) cuando Revólver se despidió tocando El Dorado durante casi 15 minutos. Las verbenas, en cambio, dejaron mucho que desear.

Aunque, sin duda, y como siempre digo, lo mejor es la gente. Me crucé con Igor, a quien no veía desde el colegio (6 años ya); en casa de Vergara, conocimos a unas mexicanovenezolanas con sangre de horchata, a las amigas de Muri (con dj Arza pinchando Red Hot Chili Peppers) y a un surfero de 29 años; vi a compañeros de Universidad, tanto por la calle, como en los medios de comunicación; ya puedo decir que Zimbabwe tiene mujeres muy guapas, como Cristabella, y que tenemos una especie de imán para los catalanes. Pero, si hay una compañía que he disfrutado estos días, ha sido la de Katie, Christina y Jesslyn, tres americanas que conocimos el 12 y con las que compartimos muchas horas. Me parece que voy a tener que ir de visita a USA…

En definitiva, 9 días de intenso ritmo. El año que viene, más y esperemos que mejor.

‘Basket Case’, de Green Day, versión foral. Amazing!

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