Open, las memorias de Andre Agassi

Hay libros que, antes de leerlos, ya sabes que te van a gustar. Por las críticas que ha recibido, por su temática o porque te gusta la portada. Para mí, el ejemplo más claro era Open, la autobiografía de Andre Agassi. Ahora, ya puedo confirmar mis sospechas: tremendo librazo.

El tenis, como la mayoría de deportes, me gusta. No tanto como el fútbol, al que sigo con pasión, pero sí lo suficiente para saber quiénes son los mejores jugadores del circuito. Por eso, mis recuerdos de infancia destacaban dos nombres en ese deporte: Pete Sampras y Andre Agassi. Luego ya llegarían Gustavo Kuerten, Lleyton Hewitt o nuestros Álex Corretja, Carlos Moyà o Juan Carlos Ferrero.

Y ya, concretamente, mi recuerdo de Agassi era el de un tenista calvo (que en su día tenía pelazo) y que ganó varios torneos importantes. De ahí que la lectura de su biografía me haya sorprendido tanto. Su historia no es la de un deportista exitoso. Es la de un hombre que, desde que empezó a andar, se vio anclado a algo que no le gustaba, el tenis, y que parecía autosabotear su propia vida en no pocas ocasiones.

Agassi fue un niño prodigio, con un padre estricto, una adolescencia rebelde y una clara dependencia de otras personas. Su entorno fue clave en todos los capítulos de su vida: sus primeros triunfos, su estancamiento, su caída a los infiernos, su resurgimiento… Entre medio, grandes victorias, estrepitosas derrotas, un matrimonio fallido, escarceos con las drogas y una falta de madurez propia de quien alcanzó la fama antes que la mayoría de edad.

Otra cosa que me llamó la atención fue la generosidad que demostró el tenista en diversos momentos. Prestó dinero a un amigo cuando él tampoco era tan conocido, se volcó con la familia de su entrenador personal, montó una academia para niños en su Las Vegas natal… Esos y otros gestos son los que hacen grande no a un deportista, sino a una persona.

Ahora, malacostumbrados por la grandeza de Nadal, Federer o Djokovic, quienes alargan sus trayectorias mientras siguen acumulando Grand Slams, puede parecer hasta insignificante la cifra de Agassi: 8 grandes títulos. Sin embargo, la forma en que los consiguió y el ser de los primeros en alcanzar los cuatro grandes (Wimbledon, Australia, Estados Unidos y Roland Garros) hacen que su nombre siempre vaya a estar entre los mejores tenistas de la historia. No solo importa el cuánto, sino también el cómo.

Las dudas sobre su juego acabaron trasladándose a su propia vida. Su matrimonio con Brooke Shields pintó mal desde un principio. Si el día que le pides matrimonio a tu novia (¡o, incluso, el día de tu boda!) piensas qué carajo estás haciendo, mala señal. Muy mala. Pero, como si fuera una película romántica, Agassi acabó con la mujer de su vida, con esa con la que soñaba incluso cuando estaba con su primera novia: Steffi Graf.

Es por eso que su autobiografía es también una historia de amor. No de las empalagosas, sino de esas en las que el destino quiere tener un papel protagonista.

Aunque no quiso que su nombre apareciera en portada, el libro está escrito por el premio Pulitzer J. R. Moehringer, toda una garantía de calidad. Pero todo está basado en grabaciones y conversaciones con Agassi. Su apertura es tan grande que parece que el lector le conociera de toda la vida, una pura operación a corazón abierto. Por eso uno desea que Agassi, a punto de cumplir 51 años y retirado desde 2006, sea feliz de una forma plena, que acierte a restar todas las bolas de partido que le lanza la vida.

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